miércoles

Haz que se pregunten por qué sigues sonriendo.

Y sentí como mi mundo se derrumbaba en un abrir y cerrar de ojos. Sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez. Sentía como mis ojos se iban humedeciendo y como empezaban a humedecer mis mejillas, incluso mis labios. No podía creer lo que acababa de oir, él, el de siempre, mi amor, ya no era mío, no, era de otra. Otra que nunca llegaría a quererle ni una milésima parte de lo que le quiero yo, seguro que ni siquiera había soñado con él antes de conocerle. Se había ido, sin mí, aunque conmigo, porque mi amor se iba con él, todo lo mío era suyo. Ya no tenía ganas de volver a amar, no de esa manera, pondría la mano en el fuego a que nuestro amor era un amor puro, de esos de películas que día a día va aumentando la intensidad de la relación, nos queríamos a rabiar, hubiéramos matado incluso monstruos, yo por él, él por mí. Lo peor de todo es como sentía que nadie llegaría a llenar ese vacío, nadie que no fuera él.

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